sábado, 4 de noviembre de 2017

Domingo XXXI


LAS DOS IGLESIAS
El evangelista San Mateo respira en esta perícopa evangélica la tensión que se daba entre la iglesia de la Sinagoga y la Iglesia Cristiana. Son dos conceptos de iglesia prácticamente incompatibles. El primero destaca por su tradicionalismo, sus complicaciones teológicas y sofismas religioso- jurídicos, por su imagen pública y signos externos religiosos (filacterias y franjas). Este concepto de iglesia, que tiene su clave judaica no ha desaparecido del todo ni en todos.

Pero existe una segunda Iglesia. La de aquellos que sinceramente se sienten pecadores, que necesitan convertirse, que viven la propia vida como relación con Dios Padre, que entienden la caridad como servicio y ayuda a los más necesitados, que no están obsesionados por los méritos de sus obras. A las puertas de esta Iglesia está Cristo, que nos invita constantemente a entrar
en ella.

Existen, pues, dos conceptos de Iglesia, dos perfiles de sacerdocio, dos perspectivas religiosas, dos empeños pastorales. Nunca la estructura debe ahogar el espíritu. El empeño principal es, y debe ser, anunciar la Palabra, orar y vivir la caridad fraterna.

Pero en la Iglesia de Jesucristo no estamos libres de defectos, que debemos
examinar y corregir, si es necesario.

El legalismo opresivo: La fe es ante todo alegría interior, adhesión, perdón, esperanza y paz. No se puede vivir la religión sólo como un cumplimiento de normas, leyes y preceptos.

La incoherencia. Jesús dice de los letrados y fariseos que “no hacen lo que dicen”. No basta decir “Señor, Señor”, para entrar en el reino de los cielos, no basta llenar la boca de textos oracionales aprendidos de memoria.

El exhibicionismo religioso. No hay que tomar la religión para escalar puestos, para acumular privilegios, para conquistar prestigios si hace al caso y el momento.

El autoritarismo. La eterna tentación de la autoridad es olvidar su papel de mediación y de ayuda y de convertirse en fin y en tiranía.


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