sábado, 26 de mayo de 2018

El día del Señor.


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EL ICONO DE LA TRINIDAD DE “RUBLËV”
La Trinidad es una verdad que la fe impone, pero que no llega a transformar del todo nuestras vidas. Y sin embargo al revelarnos el misterio de la Trinidad, Dios nos ha revelado que él vive la vida más cercana y parecida a la nuestra, la vida de familia, en la que hay entrega total, comunicación entera y absoluta complacencia. Dios ha revelado que su vida es toda ella don, amor, alegría de amar y de ser amado. Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo.

La Trinidad no es una teología complicada y matemática que oscurece la imagen de Dios, sino que es la manifestación explícita y asequible de la verdad de Dios. ¿Cómo es nuestro Dios?

Representar a Dios siempre ha sido un reto y esfuerzo del arte cristiano. Para muchas obras artísticas son un compendio teológico de los dos misterios fundamentales: la Unidad-Trinidad de Dios y la encarnación redentora de Cristo. Pero ninguna pintura ha alcanzado la intensidad, la sublimidad y la profundidad de intuición mística como la “Trinidad de Andrej Rublëv” (siglo XV). El pintor ruso ha concentrado toda la atención en tres ángeles, sentados en torno a una mesa, signo de la Eucaristía. El de la derecha representa al Espíritu Santo, el del medio al Hijo y ambos se inclinan ante el ángel de la izquierda, que permanece erguido y es figura del Padre, que con simplicidad y autoridad los preside en el amor. Todo el icono tiene una animación en movimiento circular y transmite armonía y concordia. La pintura de Rublëv sugiere visualmente
que las relaciones en Dios son trinitarias y a la vez permite intuir el abismo de su amor infinito. A través de esta inspiración artística se puede entrever algo de lo inefable del misterio supremo de Dios.

Dios es Padre, es decir, fuente inagotable, inmortal e infinita de todo cuanto existe; principio de unidad y generosidad; signo del amor que no pasa nunca y garantía providente del gobierno de la vida. 

Dios es Hijo: El que manifiesta al Padre, el que publica su gloria, el que es imagen purísima: Dios de Dios, Luz de Luz, como confesamos en el Credo. 

Dios es Espíritu. La entrega del Padre al Hijo y del Hijo al Padre es una realidad tal que se convierte en una Persona, en un Espíritu de amor y entrega. Es transparencia del espíritu de unión y de vida de la Trinidad Santa.


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